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La intermitente y aguda alarma de la lavadora interrumpió la deliciosa infidelidad que mantenía con Morfeo. Mis legañosos ojos enfocaban en primer plano a mi adorador sacando la ropa del electrodoméstico.
No podía negar mi enfado. Miré el reloj de la pared y tan sólo había permanecido dormida veinte minutos ¿no habría otro momento mejor para la colada?
Me puse en el umbral de la puerta y él se incorporó a los pocos minutos
-¡Qué prontito te has despertado!
-Sí...me ha despertado el final del lavado.
-Vaya, lo siento cariño...¿estás enfadada?
Cogí la bolsa de las pinzas, bajé toda su ropa y, una por una, fuí enganchándolas en el escroto. Esto es algo que a mi adorador le encanta y lejos de molestarle le excita, como seguidamente ocurrió. Sin embargo, en momentos así, a mí me sirve de tremendo desahogo.
-Sí, estoy cabreada-aclaré mientras terminaba de poner la última-ahora ya puedes irte bien lejos a tender.
Salí de la cocina y no volví al salón, sino al dormitorio. Antes de volver a conciliar el sueño, imaginé a mi adorador tendiendo y deleitándose con cada desenganche de pinza.
viernes, 25 de septiembre de 2009
El despertar
Etiquetas:
dominación femenina
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