miércoles, 5 de noviembre de 2008

Mañanas de domingo

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Iba yo tan tranquila, caminando en medio de las hileras de puestos mercadillenses-domingueros, cuando uno atrajo especialmente mi atención, iluminando mi mente perversa.

Eran juguetes para niños. Había muñecas, coches de carreras, libros infantiles, puzzles...y utensilios de playa: cubos, palas, cantimploras, moldes para hacer figuritas en la arena...¡moldes para hacer figuritas en la arena!

Mi adorador estaba viendo la tele en la habitación e irrumpí como un morboso huracán:

- ¿Puedes bajarte los pantalones y calzoncillos por favor?
- Ehh...claro...
- Ahora vuelvo.

Fui al cuarto de baño y busqué en el armario y en los cajones como si estuviera poseída por el diablo de la excitación...¡encontré lo que buscaba!

Cuando regresé al cuarto, a mi adorador le había dado tiempo a quitarse los pantalones y los calzoncillos sí, pero también la sudadera, la camiseta, e incluso había adquirido una parcial erección.

Enchufé la maquinilla de afeitar a la toma de nuestro nido de entrega masculina y saqué de mi bolso la espiral de plástico que compré en el mercadillo. Era curva como el caparazón de un caracol y además, no era cerrada; entre curva y curva había una ligera separación.

Coloqué mi entrañable juguetito en el pubis de mi adorador, y con sumo cuidado rapé todo el vello, prestando especial atención a los espacios inter-curvilíneos del molde de playa, pues a la máquina le costaba hacerse hueco.

- ¿Qué tal ha ido la mañana, reina?
- Muy bien. He comprado fruta y unas láminas para enmarcar que me han encantado.
- ¿Estaban bien de precio?
- Pues no eran muy caras la verdad...5 euros cada una. He comprado tres.
- Te dejaré el dinero en la mesilla (sonrisa cómplice).

Cuando por fin quedó pulcramente afeitadito, retiré la espiral y comprobé satisfecha mi trabajo...que aún estaba incompleto.

- Vaya, ¿qué es? ¿un laberinto de placer?
- No, una piruleta.
- ¿Una piruleta?

Comencé a masturbar su pene y a hacerle sexo oral. Hacía un par de semanas que no lo probaba. Seguía tan suculento como siempre. Las primeras gotas de líquido preseminal refrescaban mi sedienta boca como el más completo de los elixires.
Pudieron pasar unos diez, quince minutos. Mi adorador tiene un gran control de su erección y de la eyaculación, pero yo conozco su pene tanto como él y mi técnica es precisa en función del objetivo que persiga.

-Buff, si sigues así no podré aguantar.
-Pues aguanta...

El pene cayó con una erótica gravedad sobre el rasurado pubis de mi hombre, y justo debajo de mi currada espiral. Salté de la cama y cogí del cajón de la mesilla de noche la cámara de fotos.

Me puse de pie y en frente de él, encuadrando desde arriba con el objetivo de la lente mi piruleta. Tomé un pene, y una foto también.

- Bueno cariño, ¿vamos a comer algo?

Esta mañana iba en el autobús, camino del trabajo. Siempre voy leyendo. Cuando he llegado a mi parada, he colocado la foto de mi piruleta en el comienzo del capítulo número ocho. Es el mejor marcapáginas. Es la mejor forma de endulzar mis mañanas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estos relatos, o estas experiencias, derrochan sensualidad, imaginación, erotismo, pasión, belleza y amor, y como guinda contesta la dama "pues aguanta" a "si sigues así no podré aguantar" que suplica el adorador.

Ama Blanca dijo...

Deliciosamente real y cotidiano.