sábado, 18 de octubre de 2008

Los penúltimos besos



Con la cara lavada me miro en el espejo: hoy comienza un día duro.

Pongo corrector de ojeras en el contorno de mis ojos y lo difumino con matemática precisión, esparzo los polvos de maquillaje por todo mi rostro recubriéndolo como un polvorón; un poco de colorete, dará algo de pasión a esa cara tan blancamente fría. Delineo mis párpados inferiores como una dormida Nefertiti y realzo mis pestañas con un poco de rimel.

Iba a aplicarme brillo transparente en los labios, pero he divisado en mi neceser -el que venía de regalo con la colonia que me regaló mi adorador- una barra de labios roja -que también me regaló él- que creo, puede sentarme bien. Además, estas últimas temporadas se han puesto de moda los labios a lo Monroe; perfilo primero con un lápiz y después decoro.

En la cocina, mi adorador está desayunando:

-Buenos días, cariño.
-Buenos días, mi reina. Mhhh... qué guapa te has puesto hoy.

Me coloco de rodillas delante de él:

-¿Puedes moverte hacia mí por favor?
-Claro (asiente con los ojos brillantes).

Le entrego un pañuelo que llevaba en el bolsillo del pantalón y le pido que me vende los ojos. Realiza la labor con sumo interés.

-Ahora, sácate el pene porfi (bueno, no dije pene exactamente, pero una, ante el público, es Dama). Ahora, saca de mi otro bolsillo el pintalabios y retócamelos.

Al cabo de unos instantes, siento como el útil de maquillaje me hace tiernas cosquillas en los labios. Sin más preludios, agarro su miembro y comienzo a besarlo por todos sus rincones. Mis labios me transmiten los detalles de esa maravilla de la naturaleza: tan suave y tan dura, tan indefensa pero a la vez tan fuerte.

Adoro las feromonas. Son una verdad oculta, como si se tratara de brujería: sientes su hechizo pero no puedes verlas. Sin embargo, creo que si puedo olerlas: como los polvos mágicos.

Ese olor a hombre; me activa y enloquece, saca la hembra que hay en mí. Si no fuera porque tengo que irme a trabajar, me pasaría toda la mañana hundida en su entrepierna. De hecho, ya he pasado en alguna ocasión más de una mañana así.
Me quito la venda y contemplo su pene de nuevo:

-Ya estás marcadito...no siempre van a ser lazos.

Sonríe feliz y excitado. Vuelvo a taparle y nos damos el último beso hasta la tarde. Los penúltimos, ya han sido dados.

No hay comentarios: